En el Primero de Mayo, celebramos a lxs trabajadorxs de los servicios públicos que, frente a la Covid-19, han demostrado ser más esenciales que nunca, y a todxs aquellxs que sirven a nuestras comunidades y construyen la economía real. Es de esta fundación fértil de donde debe florecer la economía post-pandémica, con los derechos de lxs trabajadorxs en el centro, no de la codicia corporativa o la especulación financiera.

En este Primero de Mayo de 2021, queremos destacar que reafirmar el compromiso del movimiento sindical con los derechos laborales y la defensa de los puestos de trabajo corre el riesgo de quedarse en mera retórica si no abordamos las causas profundas de la injusticia que ha agravado la pandemia.

Un año después de la pandemia, volvemos a lo de siempre. Una emergencia de salud pública se convierte en una oportunidad de lucro privado para las grandes farmacéuticas. Un trabajadxr de la salud que muere cada 30 minutos se convierte en un simple número en la narrativa que lxs presenta como héroes. Los gobiernos que habían prometido luchar por una mayor transparencia fiscal para recaudar fondos para reconstruir los servicios públicos, ahora hacen la vista gorda y conspiran a nuestras espaldas para reducir nuestros salarios y empleos.

Cuando comenzó la pandemia, por un breve momento, sentimos que podíamos estar ante una oportunidad única para la humanidad en su conjunto, y tal vez todavía lo es. Pero después de 3 millones de muertes y con más de 250 millones de empleos perdidos el año pasado, lo que vemos, al menos por ahora, es todo lo contrario.

La pandemia ha exacerbado la desigualdad y la ha hecho mucho más visible. También ha puesto de manifiesto el dominio del Norte Global en los procesos económicos y de elaboración de políticas y cómo se utiliza para apoyar los intereses corporativos, especialmente en detrimento de los países en desarrollo.

La fisura ya existente entre el Norte y el Sur Global se ha convertido ahora en una fractura abierta. Casi el 40% de todas las dosis de vacunas del mundo se han administrado en 27 países ricos del Norte, es decir, 1 de cada 4 personas, mientras que para el Sur la proporción se reduce drásticamente a 1 de cada 500 personas.

Parece que las advertencias de lxs epidemiólogos de que “nadie está a salvo hasta que todxs estemos a salvo” y de que tenemos menos de un año antes de que las mutaciones hagan que las vacunas actuales sean ineficaces no son suficientes para contrarrestar el ansia de lucro de las empresas y hacer que los gobiernos ricos cambien de opinión sobre la exención de los ADPIC.

Las grandes farmacéuticas argumentan que la supresión de las exenciones mermará la motivación de la innovación, pero sorpresa, sorpresa, la investigación de la vacuna Covid de Oxford/AstraZeneca se realizó con dinero procedente de lxs contribuyentes. Un dato que hace que esto sea aún más escandaloso, es el hecho de que el pago total de AstraZeneca, Pfizer y Johnson & Johnson en dividendos y recompra de acciones a sus accionistas en los últimos 12 meses habría sido suficiente para vacunar a 1.300 millones de personas, lo que equivale a la población de África.

Dicho esto, todavía hay quien insiste en que todxs estamos en la misma tormenta… -cuando todxs sabemos que unxs la afrontan dentro de yates y otrxs en botes de goma.

Pero la historia aún no se ha escrito.

Muchos viejos mitos, cuidadosamente establecidos y promovidos, se están resquebrajando: que las cadenas de valor globales son eficientes y flexibles; que el sector privado es siempre mejor; que los servicios públicos pueden privatizarse sin problemas; que no se puede aumentar el gasto para medidas sociales y muchos más. Ahora existe la oportunidad de crear una nueva narrativa coherente que galvanice un amplio apoyo a nuestra visión.

Es hora de que seamos audaces y nos hagamos oír.

Es hora de que pidamos al movimiento sindical y a nuestros aliados que tengan una agenda radical.

No podemos dejar que lxs que nos han traído hasta aquí nos lleven de vuelta al lugar donde la crisis actual tiene sus raíces. Debemos dejar claro de una vez por todas que reconstruir el viejo sistema no funcionará. Que lxs que causaron la crisis no pueden traer la solución. Ahora, más que nunca, necesitamos un cambio fundamental, con unos servicios públicos impulsados como motor clave de nuestra recuperación.

No podemos permitir que la Covid se utilice como pretexto para erosionar los derechos y las condiciones de lxs trabajadorxs y socavar los derechos sindicales, como en la India, donde una ordenanza draconiana con el pretexto de facilitar las actividades económicas ha eliminado, de un solo golpe, 38 leyes laborales durante un periodo de 1000 días.

Debemos seguir recordando a lxs ciudadanxs que son los servicios públicos y lxs funcionarixs públicxs los que nxs mantienen seguros y sostienen la economía.

Con la pandemia, lxs ricos y privilegiadxs se han replanteado lo que valoran: la familia, la salud, la educación, la estabilidad y lo mucho que dependen de lxs trabajadorxs marginadxs y de los servicios públicos para proporcionar estas cosas. Pero “los aplausos” no se han traducido en mejores salarios y condiciones de trabajo, y debemos seguir luchando para que eso sea una realidad.

No cometamos el mismo error dos veces: mostrar indulgencia hacia el capital será un compromiso culpable.

Es hora de que reimaginemos el papel de un Estado progresista y redistributivo que sitúe en el centro los derechos humanos y la protección del medio ambiente. Para garantizar que los gobiernos recuperen las herramientas para empoderar al Estado y a los servicios públicos en la búsqueda del desarrollo.

Es hora de que luchemos por una mayor transparencia fiscal para poder reclamar por fin los miles de millones que van a parar a cuentas bancarias en paraísos fiscales y utilizar esta financiación para reconstruir nuestros servicios públicos. No podemos permitirnos el lujo de perder cada año 34 millones de sueldos del personal de enfermería por el abuso fiscal. Menos aún cuando todavía faltan 6 millones de enfermerxs en todo el mundo, según el informe Situación de la Enfermería en el Mundo 2020 de la OMS.

Es hora de que presionemos a la UE para que lidere el G20 en el apoyo a una exención de los ADPIC para que podamos acelerar las vacunaciones y evitar los riesgos de más bloqueos interminables, el aumento de la reacción pública, las variaciones mutantes y las muertes innecesarias.

Es hora de reconocer los numerosos trabajos de primera línea que mantienen nuestras comunidades en funcionamiento y que son desempeñados predominantemente por mujeres: el trabajo de cuidados, el trabajo de la salud, la limpieza y el cuidado de lxs niñxs. Trabajo que con demasiada frecuencia está infravalorado, mal pagado y es precario, y a menudo se les exige que trabajen gratis y se les niegan los derechos laborales formales.

En resumen, es hora de que nosotrxs, lxs trabajadorxs de los servicios públicos, establezcamos los vínculos con otras luchas y expliquemos cómo los cambios que necesitamos no son exclusivos de la pandemia: que la solución del cambio climático, la desigualdad y el desempleo requieren inversiones en Servicios Públicos de Calidad, redistribución de la riqueza, derechos de lxs trabajadorxs y una democracia más fuerte y mejor.

No cometamos el mismo error dos veces: después de la crisis financiera mundial de 2008, nos quedamos paradxs y observamos cómo la comunidad empresarial y financiera mundial aprovecha la oportunidad para hacer de la Agenda 2030 de Financiación para el Desarrollo otra fuente de sus lucros. Reconocer el papel de los interlocutores sociales no puede significar compartir el propósito y los objetivos de las grandes corporaciones. Mostrar indulgencia hacia el capital será un compromiso culpable. Tenemos que estar con nuestra gente y reclamar un cambio estructural de inmediato.

El futuro es ahora… o no será.